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Ernesto Che GuevaraPino del Agua, I
Despuйs del encuentro con Fidel, el 29 de agosto, marchamos algunos dнas, juntos a veces y otras separбndonos alguna distancia, pero con el objeto de pasar unidos por el aserrнo de Pino del Agua. En ese momento tenнamos noticias de que en Pino del Agua no habнa tropa enemiga o, en todo caso, una guarniciуn pequeсa.
El plan de Fidel era el siguiente: si habнa alguna guarniciуn pequeсa, tomarla; en caso contrario, hacer acto de presencia y seguir йl con su tropa para la zona de Chivirico. Nosotros debнamos quedar emboscados esperando el ejйrcito batistiano que, en estos casos, inmediatamente venнa para hacer una demostraciуn de fuerza y disipar en el campesinado el efecto revolucionario de nuestra presencia.
En el curso de los dнas que precedieron a Pino del Agua, en la caminata que transcurriу desde Dos Brazos del Guayabo, donde nos encontramos, hasta el lugar del combate, sucedieron algunos hechos cuyos actores principales han tenido que ver con la historia posterior de la Revoluciуn.
Uno de ellos fue la deserciуn de Manolo y Popo Beatуn, campesinos de la zona, que se habнan incorporado a la guerrilla poco antes de Uvero, combatiendo allн y que ahora abandonaban nuestro campo. Estos dos individuos' fueron readmitidos posteriormente en la guerrilla ya que Fidel les perdonara su traiciуn, pero nunca superaron su condiciуn seminуmada y bandidesca y, por algъn motivo personal, uno de ellos, Manolo, asesinу al comandante Cristino Naranjo, despuйs del triunfo de la Revoluciуn. Logrу, posteriormente, fugarse de la Cabaсa donde estaba recluido y formу una pequeсa guerrilla en la propia zona donde habнa combatido en la Sierra Maestra, cometiendo, entre otras fechorнas, el asesinato de Pancho Tamayo, valioso compaсero incorporado desde los primeros dнas de la Revoluciуn. Finalmente, una fuerza campesina tomу prisioneros a йl y a su hermano Popo, siendo ambos fusilados en Santiago.
Tambiйn nos ocurriу un accidente desagradable: un compaсero, llamado Roberto Rodrнguez, fue desarmado por insubordinaciуn. Era muy indisciplinado y el teniente de la escuadra a que pertenecнa lo desarmу ejerciendo un derecho disciplinario. Roberto Rodrнguez arrebatу el revуlver a un compaсero y se suicidу. Tuvimos un pequeсo incidente debido a mi oposiciуn a que se le rindieran honores militares, ya que los combatientes entendнan que era uno mбs caнdo y nosotros argumentбbamos que suicidarse en unas condiciones como las nuestras era un acto repudiable, independientemente de las buenas cualidades del compaсero. Tras un conato de insubordinaciуn, solamente se velу el cuerpo del compaсero, sin rendirle honores.
Uno o dos dнas antes me habнa contado parte de su historia y se notaba en йl un muchacho de exagerada sensibilidad que estaba haciendo enormes esfuerzos por acoplarse a la vida dura de la guerrilla y, ademбs, a la disciplina del ejйrcito, cosas que chocaban con su naturaleza fнsica dйbil y su instinto de rebeldнa.
Des dнas despuйs enviamos un pequeсo grupo a las Minas de Bueycito para hacer una demostraciуn de fuerza, ya que era el 4 de septiembre; la pequeсa tropa estaba mandada por el capitбn Ciro Redondo y trajo prisionero a un soldado enemigo de nombre Leonardo Barу. Este Barу jugу un papel importante en las fuerzas de la contrarrevoluciуn; fue prisionero nuestro durante un buen tiempo hasta que un dнa me hizo un patйtico relato sobre la enfermedad de su madre y creн en sus palabras, tratando de convencerlo, de paso, que diera un golpe de efecto polнtico. Le propuse que tomara una guagua, viera a su madre en La Habana y despuйs pidiera asilo en una embajada, diciendo que no querнa luchar mбs contra nosotros y denunciando al rйgimen de Batista. Йl objetу aquello diciendo que no podнa denunciar al rйgimen por el cual sus hermanos peleaban y quedamos en que simplemente iba a declarar que no deseaba pelear mбs, cuando se asilara.
Lo mandamos con cuatro compaсeros, con уrdenes rigurosнsimas de que no fuera a ver a nadie en el camino, a pesar de que conocнa ya a muchos campesinos que venнan a visitamos al campamento; ademбs, los cuatro compaсeros que se encargaron de llevarlo debнan hacer todo el tramo a pie hasta las cercanнas de Bayamo, donde podнan dejarlo y volver por otro camino.
Aquella gente no siguiу las indicaciones, se dejaron ver por mucha gente, celebraron incluso alguna reuniуn en su presencia, ya en calidad de liberado y presunto simpatizante, y tomaron un jeep trasladбndose a Bayamo. En el camino fueron interceptados por las tropas batistianas y los cuatro compaсeros fueron asesinados. Nunca supimos bien si Barу participу en este crimen o no, lo cierto es que inmediatamente se instalу en las Minas de Bueycito, se puso a las уrdenes del asesino Sбnchez Mosquera y empezу a identificar campesinos, de los que llegaban a comprar sus mandados allн y que habнan estado en contacto con nuestra guerrilla. Innъmeras son las vнctimas que costу mi error al pueblo de Cuba.
A los pocos dнas del triunfo de la Revoluciуn, Barу fue apresado y ajusticiado.
Poco despuйs bajamos a San Pablo бe Yao, donde entramos en medio del alborozo general del pueblo, nos apoderamos pacнficamente de йl algunas horas (no habнa tropa enemiga) y empezamos a hacer contactos. Trabamos conocimiento con alguna gente de la localidad y cargamos toda la mercancнa posible en camiones que conseguimos con los mismos comerciantes a quienes se la compramos a crйdito, pues en aquella йpoca pagбbamos con vales. Conocimos entonces a Lidia Doce, quien fuera despuйs nuestra gran compaсera y la encargada de todas las tareas de contacto de la columna hasta su muerte, ocurrida en La Habana.
La tarea de traer la mercancнa desde Yao fue muy dura, el camino que sube de San Pablo de Yao a Pico Verde, por la mina La Cristina, es muy empinado y solamente los camiones con doble diferencial y no muy cargados, pueden hacerlo; los nuestros se rompieron en el camino, y hubo que cargar todo el abastecimiento entre mulos y hombres.
En estos dнas se produjeron tambiйn una serie de separaciones provocadas por distintos motivos. Un compaсero, buen combatiente, fue expulsado de la guerrilla por emborracharse durante la expediciуn a Yao, mientras estaba en una posta y poner asн en peligro a toda la columna. Otro, Jorge Sotъs, dejaba su cargo de jefe de un pelotуn y marchaba con una encomienda de Fidel a Miami. La realidad es que Sotъs nunca pudo amoldarse a la Sierra y la gente no lo querнa, dado su carбcter des pуtico. Su carpera tambiйn estuvo llena de altibajos. Tuvo una actitud vacilante, cuando no traidora en Miami; volviу a nuestro ejйrcito y fue amnistiado, perdonбndosele sus pasados errores; traicionу en la йpoca de Hubert Matos y fue condenado a veinte aсos de cбrcel; se fugo con la complicidad de un carcelero y llegу a Miami. Cuando preparaba una lancha para una incursiуn pirata contra el territorio cubano, muriу al parecer electrocutado en un accidente.
Otro de los compaсeros que se separaban en aquellos dнas, era Marcelo Fernбndez, coordinador del Movimiento en las ciudades, que volvнa a trabajar en sus bases, despuйs de haber permanecido un tiempo, bastante largo, en la Sierra Maestra.
Despuйs de estos incidentes reanudamos nuestra marcha acercбndonos a Pino del Agua, adonde llegamos el 10 de septiembre. Pino del Agua es un caserнo pequeсa, edificado alrededor de un aserrнo, en el mismo firme de la Maestra. En aquella йpoca estaba administrado por un espaсol y habнa unos cuantos obreros, nadie del ejйrcito enemigo. Toda la tropa ocupу йl caserнo aquella noche y Fidel dejу conocer su itinerario a la gente del lugar, calculando que algo se filtrarнa al ejйrcito.
Hicimos una pequeсa maniobra de diversiуn y, mientras la columna de Fidel seguнa su marcha hacia Santiago, a la vista de todo el mundo, nosotros dбbamos un rodeo en la noche y nos emboscбbamos para la espera del ejйrcito enemigo. De nuestro avituallamiento de las cosas esenciales, si no tardaba mucho en presentarse el enemigo, estarнa encargado, como siempre, el viejo Tamayo, que vivнa en esa zona, en la regiуn llamada Cuevas de Peladero.
Distribuimos nuestra tropa de tal manera que estuvieran todos los caminos vigilados. Nuestra vigilancia llegaba, por un lado, al mismo camino que desemboca de Yao a Pico Verde, varias leguas antes de Pino del Agua, y otro camino mбs directo, que sube a la Maestra y que no es transitable por camiones. El grupo de Pico Verde era pequeсo, mбs bien de escopeteros, con el encargo de dar la alarma en caso necesario, pues era un buen camino de retirada y el que pensбbamos utilizar despuйs de la acciуn. Efigenio Ameijeiras quedaba encargado de vigilar uno de los caminos de acceso por retaguardia, tambiйn viniendo de la zona de Pico Verde. Lalo Sardiсas, con un pelotуn, quedaba en la zona de El Zapato, custodiando una serie de caminos de extracciуn de madera, que mueren en las mбrgenes del rнo Peladero. Era una precauciуn excesiva, pues el enemigo debнa hacer una marcha muy larga a travйs de la Sierra para llegar hasta ese camino y no eran sus mйtodos los de caminar en columna por la montaсa. Ciro Redondo era el encargado, con todo su pelotуn, de defender el acceso por la Siberia. Йsta es la zona en que se unen Uvero y Pino del Agua, dos aserrнos que empatan entre sн a travйs de un camino que pasa por el punto elegido para Ciro, en el filo de la Maestra.
Nosotros tenнamos nuestras fuerzas distribuidas en la parte lateral del camino que sube de Guisa, en un monte sobre el farallуn, de manera de sorprender a los camiones y concentrar el poder de fuego en el lugar donde era mбs probable que vinieran. El lugar elegido permitнa avistar los camiones desde muy lejos. El plan era simple, se les dispararнa de ambos lados y pararнamos el primer camiуn en una curva, iniciando el fuego contra todos los otros que siguieran; para detenerlos, pensando que podнamos tomar tres o cuatro vehнculos si la sorpresa resultaba. El pelotуn que actuarнa era de las mejores armas y estaba reforzado por gente del capitбn Raъl Castro Mercader.
Estuvimos aproximadamente, siete dнas emboscados pacientemente sin ver llegar a las tropas. Al sйptimo, cuando estaba en el pequeсo estado mayor donde se hacia la comida para toda la tropa emboscada, me avisaron que el enemigo se acercaba. Como en este punto hay subidas muy pronunciadas, aъn antes de verse nada se oye el zumbido de los camiones trepando la бspera pendiente.
Nuestras fuerzas se prepararon para el combate; en e! lugar principal se colocaron los hombres que estaban al mando del capitбn Ignacio Pйrez y debнan parar el primer camiуn y, lateralmente, los demбs que dispararнan sobre los distintos vehнculos. Veinte minutos antes del combate se desatу una lluvia torrencial, cosa habitual en la Sierra, que nos empapу hasta los huesos, pero los soldados enemigos iban todavнa mбs preocupados por el agua que por las posibilidades de un ataque y esto nos sirviу para la sorpresa. El encargado de abrir el fuego tenнa una ametralladora Thompson; efectivamente, abriу fuego con ella, pero en tales condiciones que no le dio a nadie; se generalizу el tiroteo y los soldados del primer camiуn, mбs asustados y sorprendidos que heridos por la acciуn, saltaron al camino y se perdieron tras el farallуn despuйs de matar a un gran combatiente, poeta de nuestra columna, a quien le decнamos Crucito, llamado Josй de la Cruz.
El combate presentу caracterнsticas extraсas; un soldado enemigo se refugiу debajo del camiуn, en la curva del camino y no dejaba asomar la cabeza a nadie.
Habнan pasado uno o dos minutos cuando lleguй al lugar de los hechos —encontrando que mucha gente iba en retirada debido a una falsa orden, accidente muy frecuente en medio de los combates—. Arquimedes Fonseca, llevaba una mano herida al salvar el fusil ametralladora abandonado por su sirviente. Hubo que dar instrucciones a todos que volvieran al combate y pedir que cooperaran las fuerzas de Lalo Sardiсas y Efigenio Ameijeiras para concentrar el golpe.
Estaba en la carretera un combatiente llamado Tatнn que en el momento que bajй a la carretera me dijo con voz desafiante: “Ahн estб, debajo del camiуn, vamos, vamos, aquн se ven los machos.” Me llenй de coraje, ofendido en lo mбs нntimo por esta manifestaciуn que presumнa una duda, pero cuando tratamos de acercamos al anуnimo combatiente enemigo que disparaba con su fusil automбtico desde bajo el camiуn, tuvimos que reconocer que el precio de demostrar nuestra guaperнa iba a ser demasiado caro; ni mi impugnador ni yo pasamos el examen. El soldado se retirу con su fusil ametralladora arrastrбndose y se salvу de caer prisionero o muerto.
Los camiones del ejйrcito eran cinco y transportaban una compaснa. La escuadra dirigida por el teniente Antonio Lуpez, cumpliу a cabalidad las instrucciones de no permitir el paso de nadie mбs despuйs de iniciado el combate y allн habнa quedado detenido el tercer camiуn. Sin embargo, algunos soldados, haciendo una resistencia enйrgica no nos permitнan avanzar. Llegaron los refuerzos de Lalo Sardiсas y Efigenio Ameijeiras, quienes avanzaron sobre los camiones liquidando la resistencia.
Los soldados huнan camino abajo, a la desbandada algunos y otros en dos camiones que habнan salvado, abandonando todos los otros pertrechos.
Nos enteramos de sus fuerzas y de algunas de sus intenciones por la presencia de Gilberto Cardero. Este compaсero habнa sido tomado prisionero durante una incursiуn de nuestras fuerzas por otras zonas, estuvo preso cierto tiempo y le habнan traнdo con la intenciуn de que envenenara a Fidel mediante el contenido de un pomo que debнa volcar en su comida. Al oнr los disparos, Cardero se tirу del camiуn como todos los soldados pero, en vez de huir de los tiros, se presentу ante nosotros inmediatamente y se reincorporу a las tropas narrando su odisea. Al tomar el primer camiуn encontramos dos muertos, un herido, que todavнa hacнa gestos de pelea en su agonнa, fue rematado sin darle oportunidad de rendirse, lo que no podнa hacer pues estaba seminconciente. Este acto vandбlico lo realizу un combatiente cuya familia habнa sido aniquilada por el ejйrcito batistiano. Le recriminй violentamente esa acciуn sin darme cuenta que me estaba oyendo otro soldado herido que se habнa tapado con unas mantas y habla quedado, quieto, en la cama del camiуn. Al oнr eso y las disculpas que daba el compaсero nuestro, el soldado enemigo avisу de su presencia pidiendo que no lo mataran; tenнa un tiro en la pierna, con fractura, y quedу a un costado del camino mientras proseguнa йl combate en los otros camiones. El hombre, cada vez que pasaba un combatiente por el lado, gritaba:
“No me mate, no me mate, el Che dice que no se matan los prisioneros.” Cuando finalizу el combate, lo llevamos al aserrнo, le hicimos las primeras curas y quedу allн para ser devuelto.
En los otros camiones se habнan infligido pocas bajas al enemigo, pero quedу en nuestro poder una buena cantidad de armas.
El resultado final del combate fue: un fusil automбtico Browning, 5 Garands, un trнpode con su parque y otro fusil Garand mбs que fue escamoteado por la tropa de Efigenio Ameijeiras. Efigenio pertenecнa a la columna de Fidel y alegaba que la participaciуn de su pelotуn en el combate habнa sido decisiva de modo que tenнa que obtener armas de las conquistadas, pero Fidel habнa dejado esa tropa a mi mando, precisamente para que nos ayudaran en la lucha por la cosecha de armas, de modo que desatendн las protestas y repartн los trofeos entre la gente de mi columna, salvo el fusil que no pasу por la contabilidad.
Se le entregу la Browning a Antonio Lуpez, teniente de una de las escuadras que habнa tenido mejor actuaciуn y los Garands al teniente Joel Iglesias, a Virelles, expedicionario del Corinthia que se habнa incorporado a nuestras tropas, al soldado Oсate y a otros dos que no recuerdo Se procediу a quemar los tres camiones capturados para hacer mayor daсo al enemigo ya que nos era imposible transportarlos.
Mientras nos concentrбbamos en el batey pasaron algunas avionetas que habнan recibido aviso de nuestro ataque pero nosotros disparamos sobre ellas, alejбndolas.
Uno de los hermanos Pardo, Mingуlo, habнa ido a dar un parte a Fidel de que se acercaban los guardias, si mal no recuerdo, pero decidimos mandar otro con los resultados del combate (y a Cardero para que relatara su aventura).
Le mandamos avisar a Ciro que se retirara desu posiciуn pues ya habнa acabado el combate y nos retirarнamos. Saliу el mensajero, Mongo Martнnez, con ese encargo,
Al rato escuchamos unos disparos; un grapo de nuestros escopeteros habнa descubierto a un soldado que marchaba como escondiйndosele, le dieron el alto, y, al tratar йste de resistirse, le habнa disparado. El hombre huyу dejando el fusil; entregaban un Springfieid como seсal del triunfo. Nos preocupу el hecho de que todavнa hubiera soldados dispersos por esa zona pero incorporamos el fusil a la contabilidad.
A tos dos o tres dнas se incorporу a la columna Mongo Martнnez y anunciу que algunos soldados enemigos le habнan salido al paso disparбndote con escopetas y habнa tenido que huir porque estaba herido. Traнa la seсal de los perdigones en la cara que estaba literalmente espolvoreada de ellos; йse era el Springfieid que los compaсeros escopeteros habнan conquistado al enemigo. El resultado fue que el compaсero herido tomу por un atajo creyendo que los guardias estaban cerca y se perdiу en el monte sin avisarle a Ciro Redondo de nuestro combate y de Id orden de retirada. Al dнa siguiente Ciro, que habнa escuchado los ecos del combate, mandу un mensajero y le reiteramos entonces la orden.
Mientras los B-26 pasaban bajo sobre el aserrнo buscando victimas, nosotros desayunбbamos tranquilamente en las distintas construcciones, tomando chocolate brindado por la dueсa de casa, aunque йsta no miraba pasar con mucho agrado los B-26, casi rozando los techos. Se fueron los aparatos y, cuando nos aprestбbamos a la retirada con toda calma vimos aparecer por el camino de Siberia, que habнa custodiado Ciro hasta pocas horas antes, cuatro camiones cargados de soldados. Era otro grupo que venia en direcciуn contraria a unirse al primero y al cual hubiйramos podido hacerle una encerrona parecida, pero ya era tarde, una buena cantidad de nuestra tropa se habнa replegado a lugares mбs seguros. Hicimos dos disparos al aire que era la seсal de retirada y nos fuimos tranquilamente.
En este combate, importante por su trascendencia, ya que fue conocido en toda Cuba, hicimos al ejйrcito tres muertos y un herido (el prisionero que se devolviу) y ademбs, un prisionero capturado por el pelotуn de Efigenio al dнa siguiente, en el ъltimo peinada de la zona; era el cabo Alejandro, a quien llevamos con nosotros y que estuvo hasta el fin de la guerra en nuestra columna trabajando como cocinero. Allн mismo recibiу sepultura Crucito en medio de la consternaciуn de la tropa que perdiу un gran compaсero y a su bardo campesino. Crucito solнa sostener enconados duelos poйticos con Calixto Morales a quien llamaba “guacaico de la Sierra” en contraposiciуn a йl, “el ruiseсor de la Maestra”.
Se distinguieron en este combate el teniente Efigenio Ameijeiras, el capitбn Lalo Sardinas, el capitбn Vнctor Mora, el teniente Antonio Lуpez y su escuadra, el entonces soldado Deormidio Escalona y el tambiйn soldado Arquнmedes Fonseca, a quien se le entregу la ametralladora de trнpode para que la usara luego de curarse te mano traspasada por un balazo. Por nuestra parte un herido leve, un muerto y algunos contusos o tocados por rozones de balas, incluyendo los perdigonazos de Monguito.
Nos retiramos de Pino del Agua por distintos camines, volviendo a la zona de Pico Verde para reorganizarnos y esperar la llegada del compaсero Fidel, quien ya tema conocimiento del encuentro.
El anбlisis del combate mostraba que, si bien habнa sido un йxito polнtico y militar, nuestras deficiencias eran enormes. El factor sorpresa debнa haber sido aprovechado a fondo para casi aniquilar a los ocupantes de los tres primeros vehнculos; ademбs, despuйs de iniciado el combate se habнa dado una falsa orden de retirada que hizo perder el control de la gente y su ardor combativo y hubo poca decisiуn para tomar los vehнculos, defendidos por pocos soldados, luego nos expusimos innecesariamente quedбndonos una noche en el aserrнo y la retirada definitiva se produjo con bastante desorden. Todo esto indicaba ia necesidad imperiosa dй mejorar la preparaciуn combativa y la disciplina de nuestra tropa, tarea a la que nos danos en los dнas siguientes.
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