|
English | Russian | Espaсol | Leer | Mirar | Escuchar | Enlaces
Espaсol >> Leer >> Obras >>
Ernesto Che GuevaraLa ofensiva final. La batalla de Santa Clara
El 9 de abril fue un sonado fracaso que en ningъn momento puso en peligro la estabilidad del rйgimen. No tan sуlo eso: despuйs de esta fecha trбgica, el gobierno pudo sacar tropas e ir poniйndolas gradualmente en Oriente y llevando a la Sierra Maestra la destrucciуn. Nuestra defensa tuvo que hacerse cada vez mбs dentro de la Sierra Maestra, y el gobierno seguнa aumentando el nъmero de regimientos que colocaba frente a posiciones nuestras, hasta llegar al nъmero de diez mil hombres, con los que inicio la ofensiva el 25 de mayo, en el pueblo de Las Mercedes, que era nuestra posiciуn avanzada.
Allн se demostrу la poca efectividad combatiente del ejйrcito batistiano y tambiйn nuestra escasez de recursos; 200 fusiles hбbiles, para luchar contra 10.000 armas de todo tipo; era una enorme desventaja. Nuestros muchachos se batieron valientemente durante dos dнas, en una proporciуn de 1 contra 10 o 15; luchando, ademбs, contra morteros, tanques y aviaciуn, hasta que el pequeсo grupo debiу abandonar el poblado. Era comandado por el capitбn Angel Verdecia, que un mes mбs tarde morirнa valerosamente en combate.
Ya por esa йpoca, Fidel Castro habнa recibido una carta del traidor Eulogio Cantillo, quien, fiel a su actitud politiquera de saltimbanqui, como jefe de operaciones del enemigo, le escribнa al jefe rebelde diciйndole que la ofensiva se realizarнa de todas maneras, pero que cuidara «El Hombre» (Fidel) para esperar el resultado final. La ofensiva, efectivamente, siguiу su curso y en los dos meses y medio de duro batallar, el enemigo perdiу mбs de mil hombres entre muertos, heridos, prisioneros y desertores. Dejу en nuestras manos seiscientas armas, entre las que contaban un tanque, doce morteros, doce ametralladoras de trнpode, veintitantos fusiles ametralladoras y un sinnъmero de armas automбticas; ademбs, enorme cantidad de parque y equipo de toda clase, y cuatrocientos cincuenta prisioneros, que fueron entregados a la Cruz Roja al finalizar la campaсa.
El ejйrcito batistiano saliу con su espina dorsal rota, de esta postrera ofensiva sobre la Sierra Maestra, pero aъn no estaba vencido. La lucha debнa continuar. Se estableciу entonces la estrategia final, atacando por tres puntos: Santiago de Cuba, sometido a un cerco elбstico; Las Villas, a donde debнa marchar yo; y Pinar del Rнo, en el otro extremo de la Isla, a donde debнa marchar Camilo Cienfuegos, ahora comandante de la columna 2, llamada Antonio Maceo, para rememorar la histуrica invasiуn del gran caudillo del 95, que cruzara en йpicas jornadas todo el territorio de Cuba, hasta culminar en Mantua. Camilo Cienfuegos no pudo cumplir la segunda parte de su programa, pues los imperativos de la guerra le obligaron a permanecer en Las Villas.
Liquidados los regimientos que asaltaron la Sierra Maestra; vuelto el frente a su nivel natural y aumentadas nuestras tropas en efectivo y en moral, se decidiу iniciar la marcha sobre Las Villas, provincia cйntrica. En la orden militar dictada se me indicaba como principal labor estratйgica, la de cortar sistemбticamente las comunicaciones entre ambos extremos de la Isla; se me ordenaba, ademбs, establecer relaciones con todos los grupos polнticos que hubiera en los macizos montaсosos de esa regiуn, y amplias facultades para gobernar militarmente la zona a mi cargo. Con esas instrucciones y pensando llegar en cuatro dнas, нbamos a iniciar la marcha, en camiones, el 30 de agosto de 1958, cuando un accidente fortuito interrumpiу nuestros planes: esa noche llegaba una camioneta portando uniformes y la gasolina necesaria para los vehнculos que ya estaban preparados cuando tambiйn llego por vнa aйrea un cargamento de armas a un aeropuerto cercano al camino. El aviуn fue localizado en el momento de aterrizar, a pesar de ser de noche, y el aeropuerto fue sistemбticamente bombardeado desde las veinte hasta las cinco de la maсana, hora en que quemamos el aviуn para evitar que cayera en poder del enemigo o siguiera el bombardeo diurno, con peores resultados. Las tropas enemigas avanzaron sobre el aeropuerto; interceptaron la camioneta con la gasolina, dejбndonos a pie. Asн fue como iniciamos la marcha el 31 de agosto, sin camiones ni caballos, esperando encontrarlos luego de cruzar la carretera de Manzanillo a Bayamo. Efectivamente, cruzбndola encontramos los camiones, pero tambiйn -el dнa primero de septiembre- un feroz ciclуn que inutilizу todas las vнas de comunicaciуn, salvo la carretera central, ъnica pavimentada en esta regiуn de Cuba, obligбndonos a desechar el transporte en vehнculos. Habнa que utilizar, desde ese momento, el caballo, o ir a pie. Andбbamos cargados con bastante parque, una bazooka con cuarenta proyectiles y todo lo necesario para una larga jornada y el establecimiento rбpido de un campamento.
Se fueron sucediendo dнas que ya se tornaban difнciles a pesar de estar en el territorio amigo de Oriente: cruzando rнos desbordados, canales y arroyuelos convertidos en rнos, luchando fatigosamente para impedir que se nos mojara el parque, las armas, los obuses; buscando caballos y dejando los caballos cansados detrбs; huyendo a las zonas pobladas a medida que nos alejбbamos de la provincia oriental.
Caminбbamos por difнciles terrenos anegados, sufriendo el ataque de plagas de mosquitos que hacнan insoportables las horas de descanso; comiendo poco y mal, bebiendo agua de rнos pantanosos o simplemente de pantanos. Nuestras jornadas empezaron a dilatarse y a hacerse verdaderamente horribles. Ya a la semana de haber salido del campamento, cruzando el rнo Jobabo, que limita las provincias de Camagьey y Oriente, las fuerzas estaban bastante debilitadas. Este rнo, como todos los anteriores y como los que pasarнamos despuйs, estaba crecido. Tambiйn se hacнa sentir la falta de calzado en nuestra tropa, muchos de cuyos hombres iban descalzos y a pie por los fangales del sur de Camagьey.
La noche del 9 de septiembre, entrando en el lugar conocido por La Federal, nuestra vanguardia cayo en una emboscada enemiga, muriendo dos valiosos compaсeros; pero el resultado mбs lamentable fue el ser localizados por las fuerzas enemigas, que de allн en adelante no nos dieron tregua. Tras un corto combate se redujo a la pequeсa guarniciуn que allн habнa, llevбndonos cuatro prisioneros. Ahora debнamos marchar con mucho cuidado, debido a que la aviaciуn conocнa nuestra ruta aproximada. Asн llegamos, uno o dos dнas despuйs, a un lugar conocido por Laguna Grande, junto a la fuerza de Camilo, mucho mejor montada que la nuestra. Esta zona es digna de recuerdo por la cantidad extraordinaria de mosquitos que habнa, imposibilitбndonos en absoluto descansar sin mosquitero, y no todos lo tenнamos.
Son dнas de fatigantes marchas por extensiones desoladas, en las que sуlo hay agua y fango, tenemos hambre, tenemos sed y apenas si se puede avanzar porque las piernas pesan como plomo y las armas pesan descomunalmente. Seguimos avanzando con mejores caballos que Camilo nos deja al tomar camiones, pero tenemos que abandonarlos en las inmediaciones del central Macareсo. Los prбcticos que debнan enviarnos no llegaron y nos lanzamos sin mбs, a la aventura. Nuestra vanguardia choca con una posta enemiga en el lugar llamado Cuatro Compaсeros, y empieza la agotadora batalla. Era al amanecer, y logramos reunir, con mucho trabajo, una gran parte de la tropa, en el mayor cayo de monte que habнa en la zona, pero el ejйrcito avanzaba por los lados y tuvimos que pelear duramente para hacer factible el paso de algunos rezagados nuestros por una lнnea fйrrea, rumbo al monte. La aviaciуn nos localizo entonces, iniciando un bombardeo los B-26, los C-47, los grandes C-3 de observaciуn y las avionetas, sobre un бrea no mayor de doscientos metros de flanco. Despuйs de todo, nos retiramos dejando un muerto por una bomba y llevando varios heridos, entre ellos al capitбn Silva, que hizo todo el resto de la invasiуn con un hombro fracturado.
El panorama, al dнa siguiente, era menos desolador, pues aparecieron varios de los rezagados y logramos reunir a toda la tropa, menos 10 hombres que seguirнan a incorporarse con la columna de Camilo y con йste llegarнan hasta el frente norte de la provincia de Las Villas, en Yaguajay.
Nunca nos faltу, a pesar de las dificultades, el aliento campesino. Siempre encontrбbamos alguno que nos sirviera de guнa, de prбctico, o que nos diera el alimento imprescindible para seguir. No era, naturalmente, el apoyo unбnime de todo el pueblo que tenнamos en Oriente; pero, siempre hubo quien nos ayudara. En oportunidades se nos delatу, apenas cruzбbamos una finca, pero eso no se debнa a una acciуn directa del campesinado contra nosotros, sino a que las condiciones de vida de esta gente las convierte en esclavos del dueсo de la finca y, temerosos de perder su sustento diario, comunicaban al amo nuestro paso por esa regiуn y йste se encargaba de avisarle graciosamente a las autoridades militares.
Una tarde escuchбbamos por nuestra radio de campaсa un parte dado por el general Francisco Tabernilla Dolz, por esa йpoca, con toda su prepotencia de matуn, anunciando la destrucciуn de las hordas dirigidas por Che Guevara y dando una serie de datos de muertos, de heridos, de nombres de todas clases, que eran el producto del botнn recogido en nuestras mochilas al sostener ese encuentro desastroso con el enemigo unos dнas antes, todo eso mezclado con datos falsos de la cosecha del Estado Mayor del ejйrcito. La noticia de nuestra falsa muerte provocу en la tropa una reacciуn de alegrнa; sin embargo, el pesimismo iba ganбndola poco a poco; el hambre y la sed, el cansancio, y la sensaciуn de impotencia frente a las fuerzas enemigas que cada vez nos cercaban mбs y, sobre todo, la terrible enfermedad de los pies conocida por los campesinos con el nombre de mazamorra -que convertнa en un martirio intolerable cada paso dado por nuestros soldados-, habнan hecho de йste un ejйrcito de sombras. Era difнcil adelantar; muy difнcil. Dнa a dнa empeoraban las condiciones fнsicas de nuestra tropa y las comidas, un dнa sн, otro no, otro tal vez, en nada contribuнan a mejorar ese nivel de miseria, que estбbamos soportando. Pasamos los dнas mбs duros cercados en las inmediaciones del central Baraguб, en pantanos pestilentes, sin una gota de agua potable, atacados continuamente por la aviaciуn, sin un solo caballo que pudiera llevar por ciйnagas inhуspitas a los mas dйbiles, con los zapatos totalmente destrozados por el agua fangosa de mar, con plantas que lastimaban los pies descalzos, nuestra situaciуn era realmente desastrosa al salir trabajosamente del cerco de Baraguб y llegar a la famosa trocha de Jъcaro a Morуn, lugar de evocaciуn histуrica por haber sido escenario de cruentas luchas entre patriotas y espaсoles en la guerra de independencia. No tenнamos tiempo de recuperarnos ni siquiera un poco cuando un nuevo aguacero, inclemencias del clima, ademбs de los ataques del enemigo o las noticias de su presencia, volvнan a imponernos la marcha. La tropa estaba cada vez mбs cansada y descorazonada. Sin embargo, cuando la situaciуn era mбs tensa, cuando ya solamente al imperio del insulto, de ruegos, de exabruptos de todo tipo, podнa hacer caminar a la gente exhausta, una sola visiуn en lontananza animу sus rostros e infundiу nuevo espнritu a la guerrilla. Esa visiуn fue una mancha azul hacia el Occidente, la mancha azul del macizo montaсoso de Las Villas, visto por vez primera por nuestros hombres.
Desde ese momento las mismas privaciones, o parecidas, fueron encontradas mucho mбs clementes, y todo se antojaba mбs fбcil. Eludimos el ъltimo cerco, cruzando a nado el rнo Jъcaro, que divide las provincias de Camagьey y Las Villas, y ya pareciу que algo nuevo nos alumbraba.
Dos dнas despuйs estбbamos en el corazуn de la cordillera Trinidad-Sancti Spнritus, a salvo, listos para iniciar la otra etapa de la guerra. El descanso fue de otros dos dнas, porque inmediatamente debimos proseguir nuestro camino y ponernos en disposiciуn de impedir las elecciones que iban a efectuarse el 3 de noviembre. Habнamos llegado a la regiуn de montaсas de Las Villas el 16 de octubre. El tiempo era corto y la tarea enorme. Camilo cumplнa su parte en el norte, sembrando el temor entre los hombres de la dictadura.
Nuestra tarea, al llegar por primera vez a la Sierra del Escambray, estaba precisamente definida: habнa que hostilizar al aparato militar de la dictadura, sobre todo en cuanto a sus comunicaciones. Y como objetivo inmediato, impedir la realizaciуn de las elecciones. Pero el trabajo se dificultaba por el escaso tiempo restante y por las desuniones entre los factores revolucionarios, que se habнan traducido en reyertas intestinas que muy caro costaron, inclusive en vidas humanas.
Debнamos atacar a las poblaciones vecinas, para impedir la realizaciуn de los comicios, y se establecieron los planes para hacerlo simultбneamente en las ciudades de Cabaiguбn, Fomento y Sancti Spнritus, en los ricos llanos del centro de la isla, mientras se sometнa el pequeсo cuartel de Gьinia de Miranda -en las montaсas- y, posteriormente, se atacaba el de Banao, con escasos resultados. Los dнas anteriores al 3 de noviembre, fecha de las elecciones, fueron de extraordinaria actividad: nuestras columnas se movilizaron en todas direcciones, impidiendo casi totalmente la afluencia a las urnas de los votantes de esas zonas. Las tropas de Camilo Cienfuegos, en la parte norte de la provincia, paralizaron la farsa electoral. En general, desde el transporte de los soldados de Batista hasta el trбfico de mercancнa, quedaron detenidos.
En Oriente, prбcticamente no hubo votaciуn; en Camagьey, el porcentaje fue un poquito mбs elevado, y en la zona occidental, a pesar de todo, se notaba un retraimiento popular evidente. Este retraimiento se logrу en Las Villas en forma espontбnea, ya que no hubo tiempo de organizar sincronizadamente la resistencia pasiva de las masas y la actividad de las guerrillas.
Se sucedнan en Oriente sucesivas batallas en los frentes primeros y segundo, aunque tambiйn en el tercero -con la columna Antonio Guiteras-, que presionaba insistente sobre Santiago de Cuba, la capital provincial. Salvo las cabeceras de los municipios, nada conservaba el gobierno en Oriente.
Muy grave se estaba haciendo, ademбs, la situaciуn en Las Villas, por la acentuaciуn de los ataques a las vнas de comunicaciуn. Al llegar, cambiamos en total el sistema de lucha en las ciudades, puesto que a toda marcha trasladamos los mejores milicianos de las ciudades al campo de entrenamiento, para recibir instrucciуn de sabotaje que resultу efectivo en las бreas suburbanas.
Durante los meses de noviembre y diciembre de 1958 fuimos cerrando gradualmente las carreteras. El capitбn Silva bloqueу totalmente la carretera de Trinidad a Sancti Spнritus y la carretera central de la Isla fue seriamente daсada cuando se interrumpiу el puente sobre el rнo Tuinicъ, sin llegarse a derrumbar; el ferrocarril central fue cortado en varios puntos, agregando que el circuito sur estaba interrumpido por el segundo frente y el circuito norte cerrado por las tropas de Camilo Cienfuegos, por lo que la Isla quedу dividida en dos partes. La zona mas convulsionada, Oriente, solamente recibнa ayuda del gobierno por aire y mar, en una forma cada vez mбs precaria. Los sнntomas de descomposiciуn del enemigo aumentaban.
Hubo que hacer en el Escambray una intensнsima labor en favor de la unidad revolucionaria, ya que existнa un grupo dirigido por el comandante Gutiйrrez Menoyo (Segundo Frente Nacional del Escambray), otro del directorio Revolucionario (capitaneado por los comandantes Faure Chomуn y Rolando Cubela), otro pequeсo de la Organizaciуn Autentica (OA), otro del Partido Socialista Popular (comandado por Torres), y nosotros; es decir, cinco organizaciones diferentes actuando con mandos tambiйn diferentes y en una misma provincia. Tras laboriosas conversaciones que hube de tener con sus respectivos jefes, se llegу a una serie de acuerdos entre las partes y se pudo ir a la integraciуn de un frente aproximadamente comъn.
A partir del 16 de diciembre las roturas sistemбticas de los puentes y todo tipo de comunicaciуn habнan colocado a la dictadura en situaciуn difнcil para defender sus puestos avanzados y aun los mismos de la carretera central. En la madrugada de ese dнa fue roto el puente sobre el rнo Falcуn, en la carretera central, y prбcticamente interrumpidas las comunicaciones entre La Habana y las ciudades al este de Santa Clara, capital de Las Villas, asн como una serie de poblados -el mas meridional, Fomento- eran sitiados y atacados por nuestras fuerzas. El jefe de la plaza se defendiу mas o menos eficazmente durante algunos dнas, pero a pesar del castigo de la aviaciуn a nuestro Ejйrcito Rebelde, las desmoralizadas tropas de la dictadura no avanzaban por tierra en apoyo de sus compaсeros. Comprobando la inutilidad de toda resistencia, se rindieron, y mбs de cien fusiles fueron incorporados a las fuerzas de la libertad.
Sin darle tregua al enemigo, decidimos paralizar de inmediato la carretera central, y el dнa 21 de diciembre se atacу simultбneamente a Cabaiguбn y Guayos, sobre la misma. En pocas horas se rendнa este ъltimo poblado y dos dнas despuйs, Cabaiguбn con sus noventa soldados. (La rendiciуn de los cuarteles se pactaba sobre la base polнtica de dejar en libertad a la guarniciуn, condicionado a que saliera del territorio libre. De esa manera se daba la oportunidad de entregar las armas y salvarse.) En Cabaiguбn se demostrу de nuevo la ineficacia de la dictadura que en ningъn momento reforzу con infanterнa a los sitiados.
Camilo Cienfuegos atacaba en la zona norte de Las Villas a una serie de poblados, a los que iba reduciendo, a la vez que establecнa el cerco a Yaguajay, ъltimo reducto donde quedaban tropas de la tiranнa, al mando de un capitбn de ascendencia china, que resistiу once dнas, impidiendo la movilizaciуn de las tropas revolucionarias de la regiуn, mientras las nuestras seguнan ya por la carretera central avanzando hacia Santa Clara, la capital.
Caнdo Cabaiguбn, nos dedicamos a atacar a Placetas, rendido en un solo dнa de lucha, en colaboraciуn activa con la gente del Directorio Revolucionario. Despuйs de tomar Placetas, liberamos en rбpida sucesiуn a Remedios y a Caibariйn, en la costa norte, y puerto importante el segundo. El panorama se iba ensombreciendo para la dictadura, porque a las continuas victorias obtenidas en Oriente, el Segundo Frente del Escambray derrotaba pequeсas guarniciones y Camilo Cienfuegos controlaba el norte.
Al retirarse el enemigo de Camajuanн sin ofrecer resistencia, quedamos listos para el asalto definitivo a la capital de la provincia de Las Villas. (Santa Clara es el eje del llano central de la isla, con 150.000 habitantes, centro ferroviario y de todas las comunicaciones del paнs.) Estб rodeada por pequeсos cerros pelados, los que estaban tomados previamente por las tropas de la dictadura.
En el momento del ataque, nuestras fuerzas habнan aumentado considerablemente su fusilerнa, en la toma de distintos puntos y en algunas armas pesadas que carecнan de municiones. Tenнamos una bazooka sin proyectiles y debнamos luchar contra una decena de tanques, pero tambiйn sabнamos que, para hacerlo con efectividad, necesitбbamos llegar a los barrios poblados de la ciudad, donde el tanque disminuye en mucho su eficacia.
Mientras las tropas del Directorio Revolucionario se encargaban de tomar el cuartel numero 31 de la Guardia Rural, nosotros nos dedicбbamos a sitiar casi todos los puestos fuertes de Santa Clara; aunque, fundamentalmente, establecнamos nuestra lucha contra los defensores del tren blindado situado a la entrada del camino de Camajuanн, posiciones defendidas con tenacidad por el ejйrcito, con un equipo excelente para nuestras posibilidades.
El 29 de diciembre iniciamos la lucha. La Universidad habнa servido, en un primer momento, de base de operaciones. Despuйs establecimos comandancia mбs cerca del centro de la ciudad. Nuestros hombres se batнan contra tropas apoyadas por unidades blindadas y las ponнan en fuga, pero muchos de ellos pagaron con la vida su arrojo y los muertos y heridos empezaron a llenar los improvisados cementerios y hospitales.
Recuerdo un episodio que era demostrativo del espнritu de nuestra fuerza en esos dнas finales. Yo habнa amonestado a un soldado, por estar durmiendo en pleno combate y me contestу que lo habнan desarmado por habйrsele escapado un tiro. Le respondн con mi sequedad habitual: «Gбnate otro fusil yendo desarmado a la primera lнnea... si eres capaz de hacerlo.» En Santa Clara, alentando a los heridos en el Hospital de Sangre, un moribundo me tocу la mano y dijo: «їRecuerda, comandante? Me mandу a buscar el arma en Remedios... y me la ganй aquн.» Era el combatiente del tiro escapado, quien minutos despuйs morнa, y me luciу contento de haber demostrado su valor. Asн es nuestro Ejйrcito Rebelde.
Las lomas del Cбpiro seguнan firmes y allн estuvimos luchando durante todo el dнa 30, tomando gradualmente al mismo tiempo distintos puntos de la ciudad. Ya en ese momento se habнan cortado las comunicaciones entre el centro de Santa Clara y el tren blindado. Sus ocupantes, viйndose rodeados en las lomas del Cбpiro trataron de fugarse por la vнa fйrrea y con todo su magnнfico cargamento cayeron en el ramal destruido previamente por nosotros, descarrilбndose la locomotora y algunos vagones. Se estableciу entonces una lucha muy interesante en donde los hombres eran sacados con cуcteles Molotov del tren blindado, magnнficamente protegidos aunque dispuestos sуlo a luchar a distancia, desde cуmodas posiciones y contra un enemigo prбcticamente inerme, al estilo de los colonizadores con los indios del Oeste norteamericano. Acosados por hombres que, desde puntos cercanos y vagones inmediatos lanzaban botellas de gasolina encendida, el tren se convertнa -gracias a las chapas del blindaje- en un verdadero horno para los soldados. En pocas horas se rendнa la dotaciуn completa, con sus 22 vagones, sus caсones antiaйreos, sus ametralladoras del mismo tipo, sus fabulosas cantidades de municiones (fabulosas para lo exiguo de nuestras dotaciones, claro estб).
Se habнa logrado tomar la central elйctrica y toda la parte noroeste de la ciudad, dando al aire el anuncio de que Santa Clara estaba casi en poder de la Revoluciуn. En aquel anuncio que di como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Las Villas, recuerdo que tenнa el dolor de comunicar al pueblo de Cuba la muerte del capitбn Roberto Rodrнguez El Vaquerito, pequeсo de estatura y de edad, jefe del «Pelotуn Suicida», quien jugу con la muerte una y mil veces en lucha por la libertad. El «Pelotуn Suicida» era un ejemplo de moral revolucionaria, y a ese solamente iban voluntarios escogidos. Sin embargo, cada vez que un hombre morнa -y eso ocurrнa en cada combate- al hacerse la designaciуn del nuevo aspirante, los desechados realizaban escenas de dolor que llegaban hasta el llanto. Era curioso ver a los curtidos y nobles guerreros, mostrando su juventud en el despecho de unas lбgrimas, por no tener el honor de estar en el primer lugar de combate y de muerte.
Despuйs caнa la estaciуn de Policнa, entregando los tanques que la defendнan y, en rбpida sucesiуn se rendнan al comandante Cubela el cuartel numero 31, a nuestras fuerzas, la cбrcel, la audiencia, el palacio del Gobierno Provincial, el Gran Hotel, donde los francotiradores se mantuvieron disparando desde el dйcimo piso casi hasta el final de la lucha.
En ese momento sуlo quedaba por rendirse el cuartel Leoncio Vidal, la mayor fortaleza del centro de la Isla. Pero ya el dнa primero de enero de 1959 habнa sнntomas de debilidad creciente entre las fuerzas defensoras. En la maсana de ese dнa mandamos a los capitanes Nuсez Jimйnez y Rodrнguez de la Vega a pactar la rendiciуn del cuartel. Las noticias eran contradictorias: Batista habнa huido ese dнa, desmoronбndose la Jefatura de las Fuerzas Armadas. Nuestros dos delegados establecнan contacto por radio con Cantillo, haciйndole conocer la oferta de rendiciуn, pero йste estimaba que no era posible aceptarla porque constituнa un ultimбtum y que йl habнa ocupado la Jefatura del Ejйrcito siguiendo instrucciones precisas del lнder Fidel Castro. Hicimos inmediato contacto con Fidel, anunciбndole las nuevas, pero dбndole la opiniуn nuestra sobre la actitud traidora de Cantillo, opiniуn que coincidнa absolutamente con la suya. (Cantillo permitiу en esos momentos decisivos que se fugaran todos los grandes responsables del gobierno de Batista, y su actitud era mбs triste si se considera que fue un oficial que hizo contacto con nosotros y en quien confiamos como un militar con pundonor.)
Los resultados siguientes son por todos conocidos: la negativa de Castro a reconocerle; su orden de marchar sobre la ciudad de La Habana; la posesiуn por el coronel Barquнn de la Jefatura del Ejйrcito, luego de salir de la prisiуn de Isla de Pinos; la toma de la Ciudad Militar de Columbia por Camilo Cienfuegos y de la Fortaleza de la Cabaсa por nuestra columna 8, y la instauraciуn final, en cortos dнas, de Fidel Castro como Primer Ministro del Gobierno Provisional. Todo esto pertenece a la historia polнtica actual del paнs.
Ahora estamos colocados en una posiciуn en la que somos mucho mбs de simples factores de una naciуn; constituimos en este momento la esperanza de la Amйrica irredenta. Todos los ojos -los de los grandes opresores y los de los esperanzados- estбn fijos en nosotros. De nuestra actitud futura que presentemos, de nuestra capacidad para resolver los mъltiples problemas, depende en gran medida el desarrollo de los movimientos populares en Amйrica, y cada paso que damos estб vigilado por los ojos omnipresentes del gran acreedor y por los ojos optimistas de nuestros hermanos de Amйrica.
Con los pies firmemente asentados en la tierra, empezamos a trabajar y a producir nuestras primeras obras revolucionarias, enfrentбndonos con las primeras dificultades. Pero їcuбl es el problema fundamental de Cuba, sino el mismo de toda Amйrica, el mismo incluso del enorme Brasil, con sus millones de kilуmetros cuadrados, con su paнs de maravilla que es todo un Continente? La monoproducciуn. En Cuba somos esclavos de la caсa de azъcar, cordуn umbilical que nos ata al gran mercado norteсo. Tenemos que diversificar nuestra producciуn agrнcola, estimular la industria y garantizar que nuestros productos agrнcolas y mineros y -en un futuro inmediato- nuestra producciуn industrial, vaya a los mercados que nos convengan por intermedio de nuestra propia lнnea de transporte.
La primera gran batalla del gobierno se darб con la Reforma Agraria, que serб audaz, integral, pero flexible: destruirб el latifundio en Cuba, aunque no los medios de producciуn cubanos. Serб una batalla que absorba en buena parte la fuerza del pueblo y del gobierno durante los aсos venideros. La tierra se darб al campesino gratuitamente. Y se pagarб a quien demuestre haberla poseнdo honradamente, con bonos de rescate a largo plazo; pero tambiйn se darб ayuda tйcnica al campesino, se garantizarбn los mercados para los productos del suelo y se canalizarб la producciуn con un amplio sentido nacional de aprovechamiento en conjunciуn con la gran batalla de la Reforma Agraria, que permita a las incipientes industrias cubanas, en breve tiempo, competir con las monstruosas de los paнses en donde el capitalismo ha alcanzado su mбs alto grado de desarrollo. Simultбneamente con la creaciуn del nuevo mercado interno que lograrб la Reforma Agraria, y la distribuciуn de productos nuevos que satisfagan a un mercado naciente, surgirб la necesidad de exportar algunos productos y harб falta el instrumento adecuado para llevarlos a uno y a otro punto del mundo. Dicho instrumento serб una flota mercante, que la Ley de Fomento Marнtimo ya aprobada, prevй. Con esas armas elementales, los cubanos iniciaremos la lucha por la liberaciуn total del territorio. Todos sabemos que no serб fбcil, pero todos estamos conscientes de la enorme responsabilidad histуrica del Movimiento 26 de Julio, de la Revoluciуn cubana, de la Naciуn en general, para constituir un ejemplo para todos los pueblos de Amйrica, a los que no debemos defraudar.
Pueden tener seguridad nuestros amigos del Continente insumiso que, si es necesario, lucharemos hasta la ъltima consecuencia econуmica de nuestros actos y si se lleva mбs lejos aъn la pelea, lucharemos hasta la ъltima gota de nuestra sangre rebelde, para hacer de esta tierra una repъblica soberana, con los verdaderos atributos de una naciуn feliz, democrбtica y fraternal de sus hermanos de Amйrica.
(Fragmento final de "Una revolucнon que comienza" publicado en O Cruzeiro, 16 de Junio, 1° y 16 de Julio de 1959)
|